La metrópoli se vistió de memoria y color al inaugurar una ofrenda monumental en la Plaza de la Constitución (Zócalo) el sábado 26 de octubre. Miles de personas acudieron al recinto para presenciar el montaje, acompañado de desfiles, figuras de cartonería y piezas artísticas que evocan tanto la cosmovisión prehispánica como los rituales contemporáneos del Día de Muertos.

El evento coincidentemente celebra los 700 años de la fundación de Tenochtitlan —una cifra simbólica que pone en primer plano la continuidad de la identidad mexicana. La participación de colectivos culturales locales, turistas nacionales e internacionales, y medios de comunicación contribuyó a que el fenómeno tenga un impacto tanto social como económico: hotelería, gastronomía y comercio vinculados al turismo cultural reportan repunte.
 En términos de logística, la Secretaría de Cultura y el gobierno capitalino reforzaron servicios de transporte, señalización especial y operativos de seguridad para garantizar que el evento transcurriera sin mayores contratiempos. Algunos analistas ven en esta conmemoración un impulso para posicionar a la Ciudad de México como “hub” de cultura viva en la región latinoamericana.

Se espera que en los días próximos se desarrollen más caravanas, conciertos nocturnos y recorridos monumentales que extiendan el efecto de la celebración más allá del núcleo urbano. Para la iniciativa privada, los expertos estiman un efecto multiplicador en el gasto turístico promedio por visitante, mientras que para las autoridades es la oportunidad de mostrar capacidad operativa y cohesión cultural.